Con el mensaje de Selene, te he invitado a sembrar una intención.
Y sé que para algunas puede sonar algo etéreo o abrumador.
Por eso quiero contártelo de manera más sencilla y más viva.
Vivimos siempre con propósito, aunque no lo sepamos.
Desde que nacemos, estamos viviendo con propósitos naturales:
Aprender.
Cuidar.
Servir.
Amar.
Crear.
No es algo que tengas que encontrar fuera de ti. Ya está latiendo dentro de tu vida.
Tu propósito no tiene que ser enorme.
A veces pensamos que si no tenemos «un gran propósito» —algo épico, visible, transformador— nuestra vida carece de sentido.
Y no es así.
Tu propósito puede ser tan simple y tan profundo como:
Aprender algo nuevo cada día (como a mí, que me encanta aprender).
Cuidar un jardín.
Escribir una carta.
Criar a tus hijos con amor y paciencia.
Acompañar a una amiga en silencio.
El propósito no siempre es un grito.
A veces es un susurro.
Si te sientes atascada, empieza pequeño.
Puede pasar que hoy no tengas claro cuál es tu propósito grande.
Y está bien.
No tienes que tenerlo claro para empezar a caminar.
Si no sabes por dónde ir, haz algo pequeño que tienes pendiente hace tiempo:
Limpiar un armario.
Ordenar papeles.
Regalar lo que ya no usas.
Llamar a alguien que tienes en mente.
Por lo general un pequeño propósito desbloquea algo mucho mayor. Empezar a moverte abre la puerta a la claridad.
Recuerda:
Tu vida ya tiene propósito, aunque no lo veas claramente hoy.
No busques un propósito perfecto: cultiva propósitos vivos, flexibles, amables.
Confía en el movimiento pequeño.
Tu Buena Vida se construye paso a paso.
Hoy siembra una semilla.
– Pequeña.
– Real.
– Tuya.
Lo demás florecerá.